Queridos hermanos todos en la Reina y Madre del Carmelo: en esta edición me
toca el turno de escribir para la revista el Carmelo algo de lo vivido en los
ya casi ocho meses de noviciado que han pasado. Es una gran riqueza compartir la vida. Vivir el
noviciado aquí en el Desierto de las Palmas es todo un privilegio, una bendición y un regalo más
de las delicadezas del Señor. Empezamos el noviciado a las puertas del otoño y
eso quiere decir que fuimos conducidos a la tierra del Carmelo para que
comiésemos sus mejores frutos. Aunque de esos mejores frutos habíamos probado
ya un tentempié en el postulantado de Granada y yo en particular también en mi
querida Burriana, y seguimos probando y deleitándonos aquí en el Desierto de la Palmas , lugar de santos. No
recuerdo un solo día en que no haya dado gracias a mi gran Dios por su llamada.
Estar aquí recibiendo las doctrinas de nuestros santos padres Teresa de Jesús y Juan de la Cruz es como si el cielo estuviera abierto día y noche,
porque todo está muy bueno. “¡Qué bien se está aquí!”. Para nuestras clases de
formación, nuestro querido maestro el padre lucio ha hecho una exquisita
selección de lo más grande en cada tema.
Y lo ha puesto en manos de profesores todos muy doctos, amigos,
hermanos, quienes, junto con el mismo nos transmiten todas esas enseñanzas tan
importantes.
Cito con orgullo sus nombres ilustres: padres Alfonso Ruiz, Luis Rubio,
Pedro Tomás Navajas, Miguel Márquez, Ezequiel García Rojo, Sergio Marqueta, Maximiliano
Herráiz, David Jiménez, José Carlos Gimeno, Ángel Moreno de Buenafuente, Vicente Polo,
Luis Jorge, Rafael León –con sus notables canciones – y Jean Filip Marc nuestro
profesor de música. Y la guinda de toda esta tarta no podría ser otro que el
propio P. Maestro Lucio con todo su dinamismo, alegría, compañero, cercanía;
para mi es un auténtico padre espiritual y amigo.
Día tras día podemos sentir gozosamente qué es estar enamorado de nuestro
Señor Jesucristo. Todos los sentidos cobran sentido, aquí en el Desierto, aquí
en el noviciado, aquí en nuestros candentes corazones. Todo está perfecto. lo
repito: todo. La comunidad no podría ser mejor. Somos una familia muy
agraciada: que lo diga nuestro querido hermano Pío.
La naturaleza nos homenajea con sus estaciones. Primero,
disfrutamos de los manjares de otoño; después, del recogimiento del riguroso
frío, momento de silencio y oscuridad predominantes pero preciosos, con
amaneceres y puestas del sol de película. Y todo eso no es más que un anticipo de
lo más hermoso: pudimos disfrutar de la navidad del señor. Y ahora, con la primavera, nos toca vivir en un auténtico Carmen, esto es,
el jardín florido, el alegre cantar de los pájaros, la suave brisa primaveral
del Mediterráneo, las vistas más espectaculares en todo su esplendor colorido.
Y ya por ultimo llegará el verano y será al próximo novicio a
quien le toque contarles algo.
Quiero concluir, por si no ha quedado claro que vivir y estar aquí
y ahora en el noviciado, es un tiempo y un momento de gracia y, personalmente, una
inmensa alegría que queremos disfrutar
desde la confianza de quien se abandona en las manos de nuestro gran
Dios y se deja conducir por el.
Todo es gracia del señor. Vamos perseverando más y más en la
oración y en todos los carismas de la descalcez teresiana. Nos mantenemos
firmes en la fe con una alegría inquebrantable.
Y, por supuesto, que os encomendamos en nuestras oraciones a todos
los lectores así que podéis contar con ellas. Alabada sea la Santísima Trinidad
y la Sagrada Familia
por todo y siempre. Amén.
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