jueves, 28 de agosto de 2014

ME HAS SEDUCIDO, JESÚS



¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por Ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por vez primera, fuiste Tú quien me elevó hacia Ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de Ti, por la gran desemejanza que hay entre Tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: «Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que Tú te transformarás en mí.

Libro de "Las Confesiones" de S. Agustín