ORACION
"Oh Dios, luz verdadera, autor y dador de la luz eterna, infunde en el corazón de los fieles la luz que no se extingue, para que cuantos son iluminados en el templo por la luz de los cirios puedan llegar felizmente al esplendor de tu gloria."
REFLEXIÓN
Hay hombres que se sienten llamados a ser luz para las vidas del prójimo,luces que alumbran sencillez, desde vidas muchas veces anónimas e ignoradas. Luces que no ciegan ni deslumbran, sino que iluminan cálidamente el sendero de la vida, de sus propias vidas y de las de aquéllos que les rodean, luces que dan sentido a la vida desde el propio sacrificio... que se sienten llamados a proclamar la Buena Noticia del Reino de Dios.
Luces que no se presentan como la única luz, sino que se saben y se sienten mediadoras de la única Luz que realmente puede iluminar a los hombres.
Todos ellos, y otros muchos, sienten que sus vidas han sido iluminadas por la Luz de Cristo; y saben que su única posibilidad es convertirse en transmisores de esa Luz; una Luz de la que no son propietarios ni únicos administradores; una Luz que es inagotable en sí misma, inabarcable por solo un hombre, inapresable en moldes, instituciones y jerarquías.
La Luz de Cristo, como todo lo de Dios, es paradójica: es la Luz de la fe que siempre se teje sobre la incertidumbre, la Luz de la vida que nace con más fuerza justo en el momento de la muerte, la Luz del amor que se hace pleno cuando es capaz de la renuncia total, la Luz de la confianza que se apoya en un salto en el vacío, la Luz de la esperanza que se mantiene contra toda esperanza, la Luz de la convicción nacida en el corazón de las apariencias adversas, la Luz de la bienaventuranza descubierta en la pobreza o en la persecución, la Luz del Dios Rey encontrada en la Cruz en la que muere.
Afortunadamente nunca es demasiado tarde para encontrar la Luz de Dios; quien la busca sinceramente y sin querer ponerle condiciones, acaba por encontrarla; quien acepta que esa Luz ilumine su vida para verla con toda claridad, para verla tal y como es, con sus grandezas y sus miserias -porque cuando la Luz de Dios ilumina la vida del hombre, no hay posibilidad de engaño-, acaba por encontrarla.
Esta reflexión deja en mi una paz y tranquilidad. Es una respuesta a una inquietud surgida desde tiempo atrás.
ResponderEliminarGracias verdaderamente a Dios por utilizar estos modernos instrumentos para revelar los secretos de la misión en la tierra. Es como la parábola de la moneda perdida. Ahora queda seguir adelante, con la firme conciencia del Sólo Dios Basta.
Gracias hermana por tu comentario.Me es de gran alegria que el Señor te bendiga con su Paz por medio de este humilde medio. Ójala Él continue tocando los corazones de los que le aman y le buscan sinceramente.
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